jueves, noviembre 16, 2006


Los hombres no cumplimos promesas


Antanas Drake


A lo largo de su convivencia de años, ella se lo había advertido muchas veces usando para ello la máscara dulce de la sonrisa y la contundencia infalible del llanto. Se lo había advertido en los reposos del amor (desnudos, sudorosos, ella besándolo, él cerrando los ojos complacido) y en las furias desbocadas de las discusiones en voz baja para que los hijos no escuchen. Le había dicho claro que nunca se lo perdonaría, que pasara lo que pasara nunca se lo perdonaría, de modo que cuando ella abrió la puerta y lo encontró ahí acostado, a ella se le vino abajo el mundo.

Estalló en llanto, apretó los puños con la cara sudando de rabia y se avalanzó sobre él dando zarpazos y patadas, sin escapar, pese a su determinación de leona herida, a la comicidad inocente que tienen las mujeres cuando llevan su deliciosa agresividad a un plano distinto al del amor. Lo golpeó con el grueso puño cerrado, le arañó la cara hasta que con el peso de su cuerpo derribó por fin el lugar donde él estaba acostado, inmóvil, como sorprendido o atónito.

Entonces el hombre cayó sobre las baldosas casi en cámara lenta, como si la gravedad se hubiera convertido en una suave corriente de agua que lo depositaba con cierta solemnidad en el suelo libre de todo mal. Entonces surgieron casi de la nada las hijas de ambos, abrazaron a su madre, que llorando de rabia seguía golpeando a su marido con lo último de sus fuerzas, y la abrazaron fuerte tratando de reducirla con cierta ternura. Con los ojos hinchados y las narices húmedas por el mismo motivo, ellas trataron de consolarla mientras los hijos mayores, al fin reaccionaron. Entonces levantaron a su padre y lo colocaron de nuevo en el sitio donde estaba acostado ante el silencio sepulcral de los presentes, para tratar, de alguna forma, de que se siga adelante y en paz con el velorio.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Me asustaste... muy bien! lograste crear un sensación de afinidad con la historia.
Un abrazo

Anónimo dijo...

me gusto mucho tu historia y si los hombres no saven cumplir promesas.¡suerte¡ sigue adelante

Unknown dijo...

Darwin atrapa en una red de palabras la compleja reacción del sexo femenino, diluyendo el arrebato en un instante frenético inigualable.