lunes, noviembre 20, 2006

EL BLUES DE PEDRINHO



El blues de Pedrinho

Antanas Drake


Cuando la policía terminó de matar a Pedrinho ahorcándolo en la patrulla que lo trasladaba herido de bala al hospital para tratar de salvarle la vida, el hombre que lo había matado por primera vez hacía diez años, estaba comiendo una pierna de pollo.

El muchacho, huérfano, negro y sin suerte, había secuestrado un autobús, había mantenido a tres mujeres como rehenes dentro de él, había tratado de liberar a una de ellas (la histérica, que no paraba de llorar), y ahí, en un incidente confuso entre cámaras de Tv, grupos Soat y el negro aterrorizado empuñando un arma contra la muchacha, ella había terminado muerta y él muy mal herido (un agente le disparó a él en la cara, hiriéndolo, y él apretó el gatillo, matándola).
Pero Pedrinho, el chico de 17 años que acababa de llegar muerto al hospital, había muerto diez años antes, el día en que llegó a su casa suburbial, y halló a su madre convulsionándose, abrazada a una silla, con un cuchillo en la espalda, pidiéndole con la mirada que no la deje morir, y él, incapaz de arrancar el cuchillo, con las manos barrosas de sangre, aturdido, descalzo, sin polera había salido corriendo de la casa y más nunca se había sabido de él, hasta ahora claro, que su tía lo ve en el noticiero de cadena nacional, siendo reducido por los policías, y luego metido a la fuerza a una patrulla para llevarlo al hospital.
Mañana sólo ella estará en el sepelio (lo enterrarán en una caja de pinos similar a la usada para cargar tomates, sólo que más grande), y ella se disculpará con el enterrador del cementerio de pobres diciendo que era un parientes lejano al que había visto sólo una vez en la vida.
Barbosa también lo verá en la TV (el tumulto, los fogonazos de las cámaras y el caos de los grupos Soat), y cuando escuche al presentador de noticias decir que Teresa Souza terminó muerta a manos de ese delincuente malnacido, Barbosa dirá horrorizado: qué hijo de puta, y sentado en la mesa de la parroquia que dirige con mano de pastor innato desde hace menos de dos años, esa oveja descarriada vuelta al redil del señor, seguirá comiendo su pierna de pollo.

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