domingo, marzo 23, 2008

Boca con Botas de Campaña


Antanas Drake




Cuando le vi la boca supe que jamás me enfadaría el que ella me diga a gritos: hijo de puta, o cosas peores que otras tantas me habían dicho con el pensamiento o animadas por una rabia que iba más allá de la histeria. Su mirada de tigre agarró a la mía al vuelo y me quedé respirándola medio interminable minuto hasta que sonrió y me dejó en un off side insufrible de último minuto en final de copa del mundo.
Había entrado yo en ese restaurant cargando a cuestas (como una gran bolsa de mierda) a una mortal resaca de tragos y comida chatarra ingerida en una disco esa madrugada. Me senté frente a ella por que al entrar por la puerta de cristal del restaurante la vi de espaldas. Le vi la espalda, me comí con los ojos su perfil de espalda cubierto de ese trapo verde que yo atravesé hasta verle el corazón latiendo con la cadencia de un tambor ardiente del más caliente mapalé e imaginé sus senos agazapados detrás del uniforme.
Ella estaba sudando bajo su uniforme de parada militar, con los botines brillando bajo la mesa y en el hombro el emblema bordado y tricolor del ejército boliviano. Me senté a dos mesas de ella hecho el boludo, de chinelas, con el pelo desgreñado, ojeras de circunstancia y una ridícula barba que no me pienso quitar. Entonces fue que la vi de frente en toda su magnitud de leona satisfecha y me quedé enganchado en su boca perfecta (los labios más bellos que vi en mi vida) y entonces sentí el líquido de las ganas apagarme el hambre de la panza alcoholizada y encenderme todos los del cuerpo.

Su ojos me cortaron en pedacitos y solté la carne de su boca…Nos miramos de nuevo y la gorda sentada con ella desapareció, y la cachorra humana sentada a su lado, también desapareció, y despareció el olor a pollo y a queso del aire de verano encerrado en ese restaurant de paredes de cristal, se apagó el ruido de los automóviles en la vía del segundo anillo y también se apagó como un foco la imagen de don Lucho Catalá que almorzaba conmigo y me hablaba de lo que pensaba hacer una vez se jubilara, aunque por culpa de unas mierdas de American Airlines debía cambiar de negocio sobre el pucho…

Ella mira de nuevo y se mete más hondo en mi cerebro y veo una luz dentro de mi cabeza y quiero levantarme para hablarle, pero yo no soy así (maldita sea!!!), de modo que me quedo sentado mirándola mirarme y sientiéndola sentirme sin que nada exista oponiéndose entre nosotros pero sabiendo que todo el mundo conspira para que yo no sepa su nombre, para que yo me levante de mi silla tricolor, avance las dos mesas de distancia y le diga cagado de vergüenza: nunca te había visto tan hermosa….

A la mierda las miradas. Termino de comer (no sé en qué momento lo he hecho) y un tipo se acerca con un bolsa y, tras disculparse por su audacia, pide que le regale las sobras. Don Lucho, que ha hablado 20 minutos sin que yo le de un cuarto de bola, me termina de sacar de mi aturdimiento cuando me dice que nos vamos y yo ya no quiero mirarla mientras me voy porque sé que ya no la voy a ver nunca más y entonces vuelvo al diario con la panza llena pero con hambre en el cuerpo, me lavo los dientes mirándome al espejo para ver si ha quedado algo de ella en mis ojos y entonces me siento y escribo y me puteo a mi mismo por sé tan yo mismo y la disfruto en la mente antes de que se desvanezca como el olor de un perfume o como un dibujo en una pared que desaparece lavado por la lluvia…

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Ahí estás, ahí estás de nuevo...

Violeta...

Juan Pablo Rodríguez Camacho dijo...

Tu "peculiar" estilo hace temblar los parpados cuando uno lee semejante -puñado- de arte.

Anónimo dijo...

No te hagas extrañar Darwin, sé cruel como quieras (lo haces bien, a veces lo haces parecer hasta una forma de bella arte jej),pero no dejei de escribir para la gente que disfruta viendo la bella oscuridad de tu interior.

Besos desde Santiago